En el corazón de Turquía, provincia de Denizli, se encuentra un valle formado por el río Menderes, y en las laderas de este valle existe desde tiempos inmemorables una de las más grandes maravillas de la naturaleza. Pamukkale, el castillo de algodón. Creo que no hacen falta muchas explicaciones del porqué de este nombre.
Pamukkale es una enorme formación calcárea de casi doscientos metros de altura por algo más de dos kilómetros y medio de longitud. Se calcula que allá por el Plioceno aparecieron en este lugar las primeras fuentes termales que desde entonces no han cesado de manar sus aguas ricas en creta, calcios y bicarbonatos. La lenta decantación de este blanco mineral fue conformando a lo largo de los siglos estas espectaculares piscinas naturales, que vistas de lejos, más bien parecen estas hechas de espumosa nieve o como su nombre indica, de suave algodón. El conjunto continúa hoy en día su lenta formación, y se calcula que de los 250 litros que brotan al segundo, medio kilo corresponde a mineral de creta que es el que acaba por sedimentarse para hacer más grande este templo natural a la belleza.
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