Desde tiempos remotos, los lideres castrenses y las políticas de estado, intentaron reforzar el rol de figuras, muchas veces militares, por medio de estatuas y monumentos, con el objetivo de consolidar liderazgos y símbolos de naciones. Estas son frecuentemente observables en las plazas de todas las ciudades y pueblos de cualquier país del mundo.
En pleno siglo XXI la costumbre parece estar más vigente que nunca, como prueba de ello en el poblado mongol de Tsonjin Boldog, tierra donde el afamado Gengis Kan encontró de pequeño el látigo, símbolo de buen presagio entre los mongoles, se inaugurara en septiembre de este año 2013 la estatua más grande del mundo, superando por dos metros al Cristo Redentor de Río de Janeiro.
Dotada de 250 toneladas de acero y 40 metros de altura, creara un nuevo foco turístico para quienes estén de viaje, y un nuevo récord mundial que ostentara Mongolia, seguramente por mucho tiempo.
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